viernes, 7 de marzo de 2014

Proclamación

Amigos, tengo el enorme gusto de volver a publicar algo este blog olvidado, lleno de polvo y poemas maltrechos. Es un relato, que regalo para todas y todos. ¡Abrazo! 




Proclamación
Hernán Morero

Ya recogí al último, por el Ravena Cassino Hotel. Después de tantos años haciéndolo, honestamente disfruto mucho de estos paseos urbanos de domingo en camioneta. Mucho más que las idas y venidas en el día, hacia playas de la zona durante la semana. Esto es más liviano, es como una charla suave, donde también me puedo sincerar. Yo quiero darle al que toma este tour una visión particular de Laguna, mi visión de sentirme como de acá. Me gusta empezar por esta parte de la ciudad, la que está del otro lado del Morro da Gloria, el Bairro do Mar Grosso, que viene a ser como la ciudad nueva. Porque puedo explicar cómo todos estos edificios, entre las Avenidas Gallotti y Rio Grande do Sul que se unen como única ruta al norte; todo este barrio entre el morro y el mar, no tiene mucho más que dos décadas, y que es un barrio de verano. El resto del año, no es más que un barrio fantasma. Y explico que la ciudad toda, la nueva que está de este lado del morro, y la vieja, del otro lado al frente de la laguna, están en la punta de una península, que acaba donde mar y laguna se unen. Subimos por el morro para poder tener una vista de los dos lados de la ciudad, y visitar en lo más alto la enorme escultura blanquísima de Nossa Senhora da Gloria, que con sus brazos en alto cobija la Laguna colonial, la protege. Al subir, de pasada les comento que el morro alberga dos cementerios, y les señalo el que la gente le dice cemitério de cima. No les cuento mucho de la vista de los muertos. También en el camino explico que es peligroso que turistas anden solos por aquí, no sólo por lo tupido de los caminos, que la vegetación del morro se empeña en invadir, sino también porque en el morro se refugian los pobres y los excluidos, y puede ser peligroso, para ellos. La bajada a la ciudad colonial, al centro, me fascina, es entrar por empedrados y paredes de colores en la historia. Las anécdotas de Anita Garibaldi me emocionan, son una bandera, con su República de julio de dos meses, en plena monarquía brasilera. Huele a sexo en la Fuente da Carioca, donde se encontraba furtivamente con Giuseppe y beber de ella me acalora y me baña para comenzar cada semana. Su figura imponente en la plaza, su brazo en alto hacia el cielo libre y su rodilla dando un hermoso paso al frente, son un estandarte en mi vida. Explico que el paseo por el centro colonial si bien culmina en el museo casa de Anita, ese edificio no es nada que se parezca a la casa de Anita, digo, como una suerte de confidencia. Nunca vivió allí, ella era pobre y en esa casa sólo la vistieron para casarla a la fuerza con un zapatero, luego que denunciase haber sido violada. La vuelta la hacemos bordeando la laguna, hasta su encuentro con el mar, en esa zona gris donde los pescadores trabajan con la ayuda de los delfines, que les traen cardúmenes a sus redes desde el mar. Me enternece esa joven pareja que no quiere que los lleve al hotel y prefieren quedarse allí, al borde de la escollera, a ver los delfines. Les recomiendo tomar el botecito al otro lado de la laguna, no cuesta más que un real. Una sensación extraña, muy extraña, me invade al verlos alejarse por el espejo retrovisor, de la mano. Quizá, luego de dejar el último, vuelva a la capital.

Gabriel tomó una de las bajadas al Bairro do Mar Grosso y fue caminando lentamente. No tenía apuro, aún era temprano, aunque ya diera fuerte el sol del mediodía. Entonces decidió extender un poco la caminata, antes de cumplir el mandado que le encomendó su madre. Fue pateando una lata, con la vista baja, sintiendo las miradas desde los polarizados balcones al verlo pasar, oscuras, pero no como su piel, ni su pelo rizado. Casi al acabársele la costanera, cumplió el encargo, y juntó una bolsa arpillera con arena mojada de esa playa. Dio una mirada hacia la escollera, entrecerrando los ojos a la distancia, como añorando, como añorando. Antes de volver, buscó una pared refugiada en una callecita desierta, sacó un aerosol verde y pintó: “Gravatá é nossa”. Apurado retomó el paso, mirando a todos lados, y volvió a casa, rogando, que este fuera por fin el momento.

La laguna está brava, pienso, y Lilica está tardando en venir a saludar, antes de avisar si van a traer algún cardumen y que hay que ir hacia el canal a tirar la red. Es esta la hora de la siesta donde da unas vueltas alrededor del barco, sabe que estoy acá, en la orilla, y da una pasada de costado, sacando una aleta, solo una aleta. Pero esta vez no, no vino todavía, y me preocupa. A lo lejos, se ven apariciones inquietas e intermitentes de aletas sobre el ondear del agua rojiza, pero no son las de ella. Veo que viene agitado Roberto, me grita algo, pero no le escucho, así que le hago señas de que se acerque. No quiero que Lilica no me encuentre aquí. “Don Marcelo, los delfines están alterados, cerca del canal saltan y saltan. No como siempre. Raúl y el resto piensan que están llamando a los barcos, que hay una pesca enorme, pero no acá”, me dijo Robertinho, tomando una bocanada de aire. “Lo veo, lo veo, Betinho, lo veo. No sé si es una gran pesca, mar adentro, no lo sé, a mi no me han avisado nada”, respondí, un poco entristecido. Nubes grises apagaron el calor del sol, y ya veía desde aquí los saltos, muy extraños, es cierto, muy alto y señalando hacia afuera, una y otra vez. Y ya una hilera de barquitos y botes salían hacia el mar. La laguna se violentó, me invadió un temor extraño, hasta que apareció ella. No saludó, directamente saltó en frente nuestro, y me vio, me vio a los ojos. En el aire clavó su brillante ojo perlado en mí, como suplicando asustada. “Vamos Betinho, vamos, tenés razón, hay que ir, hay que ir”. Y nos abalanzamos al agua, corriendo hasta nuestro barquito. Subimos exaltados y arrancamos rápidamente. Navegamos hacia el canal y las aguas hacían colinas marrones. Nos sumamos a la caravana de barcos y botes hacia altamar, rodeada de nuestra manada doméstica de delfines, que nos guiaban mar adentro. El cielo se cierra y desde los alrededores un azul oscuro va tomando las nubes, que techan la ciudad, la laguna, toda. No estoy seguro de hacer esto con esta tormenta avecinándose, de que ésta vaya a ser ‘la pesca del siglo’ que narra la leyenda, y que todos esperan. Pero sí sé, que es por algo, que ella me vino a buscar, y que nos llevan.

No era la primera vez que visitaban Laguna y esta vez Flavia insistió en alojarse en la ciudad vieja, en el centro. A Mauro le había gustado la idea, pensó que a diferencia de Florianópolis, allí podría relajarse en caminatas nocturnas, tranquilo, entre empedrados coloniales y por la orilla de la laguna. Allí estaba, sentado con la mirada pérdida en la planicie de agua cuando sintió el trueno a lo lejos, a sus espaldas. Al volver en sí, notó que nubes entre azuladas y oscuras avanzaban velozmente hacia el centro, desde todas direcciones. Se precipitó a volver al departamento que habían alquilado por el fin de semana, donde la encontró inquieta, caminando de un lado a otro de la habitación. Ella tenía un presentimiento extraño, no le gustaba nada esa tormenta. Esa “tormenta”, como le decía. Mauro procuró tranquilizarla, le dijo que estaban a resguardo, que no había razón para preocuparse, seguramente pasaría rápido. Flavia se impacientó, se acercó a la ventana y vio mecerse las palmeras de un lado a otro, quebrarse una en dos, al medio. Tembló, se agazapó y se hizo un bollo en el piso balanceándose de atrás hacia delante, pidiéndole por favor a Mauro volver, que aún estaban a tiempo. Él insistió en que ya iba a pasar, y que nada aseguraba que la tormenta no siguiese por la ruta y el resto de la costa hasta la capital y un estruendo ensordecedor desde el morro lo interrumpió estrepitosamente, y desató en Flavia un grito desesperado. Ella le imploró salir de la península y violentamente tomó de un brazo a su esposo, tironeándole. Subieron al auto, él lo arrancó un poco a desgano, caían las primeras gotas. Mientras avanzaban volaban papeles de colores, la laguna embravecía y ya todo había oscurecido. Las gotas fueron volviéndose unos chorros finitos de agua y Flavia notó un resplandor rosado salir del morro. Sintió que ya era demasiado tarde, todo se había desatado. Un relámpago inmenso cayó sobre Nossa Senhora da Gloria, y una fila de vehículos avanzaba lentamente por el puente sobre la laguna. La lluvia parecía transformarse en un muro al subir al puente y Mauro apenas podía ver entre el ir y venir del brazo del limpiaparabrisas. La laguna saltaba enrojecida como alta mar. En un ir del brazo, vieron caer el rayo gris en medio del puente, en un venir, derrumbarse todo por delante, ir cayendo de a uno los autos hasta ellos. Y se hundieron, en una profunda garganta rojiza y salina.


Se tomaron un taxi hasta la estatua blanca de Nossa Senhora da Gloria. No le entendieron nada al conductor, nada de nada. Le pidieron que esperase una media hora que dieran una vuelta. Apenas se bajaron, se fue, maldiciendo, creían. Estuvieron un rato, mientras se nublaba. “Y bueno, bajamos caminando, ¿qué tan difícil puede ser? Hay que seguir cuesta abajo nomás”. A ella le inquietaban las nubes y que ya toda la gente se hubiese ido del mirador. Ese mirador al que le daba la espalda Nossa Senhora, al igual que al Mar Grosso. Ella solo tenía ojos para Laguna. Él sólo sacaba una y otra foto, al montón de edificios, condominios y monoblocks que bordeaban la playa, al mar abierto y allí, donde se unía con la laguna. “Va a llover, va a llover, vamos”. Desde el continente avanzaban nubes oscuras y azuladas, y desde el mar, un manto nebuloso negro se avecinaba aceleradamente. “Si no es nada, esperá un poquito, que saco una panorámica”. Ella se abrigó, se pasó una mano por el brazo izquierdo, y lo apuraba con la mirada cuando se desató un violento viento que los expulsaba. “Dale, vamos, hace frío, se va a poner feo, vamos”. Ya el cielo estaba todo cubierto, con un manto morado, cada vez más oscuro y azulado. Tronó a la lejanía. Ella ya se iba por el camino de cemento donde los habían dejado y él la correteaba, cuando sintieron un estruendo ensordecedor desde las profundidades del morro, como una explosión cercana hiciera temblar el piso. Ella quedó paralizada y él la alcanzó. Se tomaron de la mano. “Esperá, che, saludemos a la estatua”. Voltearon un segundo. Al verla, de cada una de sus manos en alto brotó una ramificación de relámpagos anaranjados, hasta el cielo. Sintieron el relámpago reventar, estallar como una bomba y una patada eléctrica los voló del piso. Él cayó entre los árboles, al costado del camino, estrellada su cabeza contra una enorme roca. Ella cayó sobre la calle, de espaldas. Sólo pudo voltear y ponerse de costado, no pudo moverse más. Sintió la tormenta abrirse, las gotas caerle por la mejilla. Vio a Nossa Senhora desprenderse de su altar, bajar un pie, luego otro. Y una mano de uñas metálicas emerger del suelo, escarbando el cemento, saliendo a la superficie. Y vio a la Gloria, darse vuelta y marchar hacia el mar. Y sintió pasos, tras de sí.

Creo que estaban equivocados, muy equivocados cuando me “aconsejaron” no acampar en el camping del morro. Además de barato, quedaba cómodo para bajar al barrio turista y tender la manta de artesanías en la avenida. Tenía una vista fenomenal, me sentía como en una terraza Inca, lleno de paz. Ese domingo, cambió la vida para siempre. Apenas se acercaba el fin de la hora donde el sol arde una piel atrofiada de nacimiento como la mía. Y, aunque el trabajo haya ido puliendo de a poco esa palidez lastimosa, un momento del día debía refugiarme, bajo un árbol, en una carpa o un bar. Entonces salí de mi escondite, por una cervecita helada, y sentí un ritmo de tambores, muy detrás de la vegetación, muy detrás del camino, muy dentro del morro. Caminé por donde pude, entre los árboles, siguiendo la música como embriagado de placer hasta que divisé el lugar. Una arboleda selvática techaba, totalmente, una especie de pequeña cantera, donde una hoguera rojiza nucleaba una multitud danzante de hombres y mujeres, vestidos con túnicas blanquísimas, que relucían furiosas sobre sus cuerpos negros y esbeltos. Varios de mis vecinos formaban parte del ritual, los más vigorosos de los que conocí, rodeados por un círculo de tambores tribales, agogôs y birimbaos, que invocaban e inducían la danza circular y los brincos, alrededor de la fogata, que se levaba anaranjada, rodeada de calaveras sangrientas y de serpientes que zanjaban un círculo alrededor, una detrás de otra. No bailaban una sacerdotisa, que recitaba al fuego y lo contenía con sus manos, y un hechicero en sancos, que elevaba al cielo un cetro, con un cráneo sin dientes. De los árboles, lechuzas sostenían con sus patas, unas lianas de donde colgaban pescados globo casi hasta el suelo, donde los rodeaban velas carmesí y pétalos amarillos formando pequeñas aureolas en la tierra. La hechicera comenzó a rociar arena, una arena mojada por las zanjas que abrían laboriosamente las serpientes y elevó sus manos gritando un canto que calló los golpeteos en los surdos y atabaques  y el círculo danzante colocó sus manos en el suelo, murmurando, susurrando al piso. Emanaban, sudaban, un aire hipnótico, con el que viví siglos en ese rito, donde me inundaban sus amores, heridas y dolores, donde estábamos todos juntos, donde me hermanaba. La sacerdotisa tomó una vasija, la elevó sobre su cabeza, volteó, dejó derramarse todo un brebaje verdoso sobre la tierra y la arrojó al fuego. El círculo de negras y negros musculosos comenzó a temblar sin soltar el piso y a recitar más fuerte un canto en una lengua que desconocía, que no podía comprender, pero no importaba.  La fogata se avivó, se tornó verdosa y comenzó absorber desde el cielo un humo rojizo, como recuperando toda su alma. El brebaje se esparció sobre la tierra, reproduciéndose e invadiendo el suelo. Y los pescados colgados chorearon un alquitrán oscuro sobre el piso, formando pupilas en el piso, y ya la tierra tuvo ojos. Ya no había luz que entrase a través de los árboles y tronó el cielo, una vez, dos veces, y reventó un relámpago el morro, iluminando un segundo, todo. El hechicero elevó aún más su cetro y filosos colmillos plateados comenzaron a crecer en su calavera. Todos gritaron, exaltados y extasiados, y comenzó. Vi brotar del suelo sus manos, primero, sus cabezas luego, tomar aire, y desenterrarse el cuerpo entero. Salían de todos lados, cubiertos de harapos embarrados, emergían como nadando desde del corazón mismo del morro. El cielo tronó y la lluvia comenzó. Y todos elevaron sus rostros al cielo, para sentir las gotas que amortiguaba la vegetación que los cobijaba, y dejar que limpie la tierra que les quedaba en la cara, que los asfixió durante siglos, durante décadas. Y yo los seguí cuando marcharon hacia las calles, yo me uní a ellos.

La tormenta me sorprendió dormido en el auto. Había estacionado en mi usual puesto de taxi del centro, en la Rua Osvaldo Cabral, al frente del antiguo Cine Teatro Mussi. Me sobresaltó un estruendo brutal en el morro. Ya las palmeras se balanceaban de un lado a otro y comenzó la lluvia. Ya era tarde para ir a casa, era preferible esperar allí dentro la calma. Era apenas la tarde y, en cambio, apenas parecía caído el sol, inundando todo un oscuro cielo nublado. Me quedé un rato viendo los botes balancearse, a resguardo de la laguna que, saltaba, furiosa. La cortina de lluvia llevada hacia un lado y otro por el viento no daba lugar a visibilidad, más allá de los muellecitos de la costa y el mercado. Detrás, en el morro, tronaba como explosiones, sentí un fulgor celeste iluminar un segundo todo el cielo. Y sonaron bombas de estruendo, como fuegos artificiales, y una especie de estampida, firme, venía bajando desde el morro. Allí los vi venir, en varias columnas, cientos y cientos de ellos bajaban por la calle, pero no llegaban hasta mí. Giraban en el ex Cine Teatro, y seguían camino, entre el morro, bordeándolo, y la laguna, hacia el mar, hacia el mar grosso, por la única entrada al barrio por el sur. Tras la cortina de lluvia, sólo podía ver sus siluetas y distinguir su paso, lento pero firme. Algunos se detenían en la esquina, donde estaba la puerta del cine, admirando el lugar de arriba a abajo, como extrañando, como yo, algo. Y luego seguían paso.

João odiaba este departamento de verano que sus padres habían adquirido hacía un par de años. Odiaba tener que pasar los eneros y febreros en esa ciudad, que le resultaba aburrida y donde no estaban sus amigos, ni había un centro comercial para estar, ni nada que le entusiasmase. Odiaba a sus padres, que no entendían, que no lo dejaban tranquilo, que no lo dejaban solo, que a todos lados lo llevaban, que en todos lados estaban, siendo todo lo que odiaba. Y odiaba tener que encerrarse en ese pequeño baño, para poder escuchar algo de música tranquilo. Odiaba el clima de esta ciudad sosa, odiaba que lloviese cuando quisiese, lo que quisiese. Y más odiaba que cuando llovía así, a cántaros y rayos, que se inundase toda la Avenida Gallotti, y que subiese ese olor podrido  por las cañerías del edificio y tener que estar encerrado, en ese bañito, oliendo todo lo nauseabundo que detestaba de esa ciudad mugrienta, vagabunda y empobrecida. Sentado en el inodoro, con sus labios apretados y esforzándose por concentrarse en su tablet, odiaba esos petardos tres tiros al aire, que los imbéciles de este pueblo maloliente y de su morro miserable no dejaban de tirar una y otra vez, aunque lloviese, aunque tronase y relampaguease. Y, en cierto modo, fue un alivio, luego de un pequeño susto, ver desmoronarse el piso a sus pies, y ver en un segundo, a su alrededor, las paredes deshacerse, y sentirse caer, hundirse en los escombros.



Desde el sexto piso no puedo ver bien que ocurre en ese tumulto en la calle, en la Avenida Gallotti, tras este manto lluvioso y extrañamente, rodeado de humo. La convenzo a Rita de bajar, me pongo la primera remera que encuentro, la del Gremio, y bajo por las escaleras, no hay electricidad, ni adentro, ni afuera. Desde el hall del edificio los veo, entre cortado por hilos grises de agua. Están como abrazando las paredes de los edificios, como si los acariciasen, y los besasen. No es posible, tampoco es posible, humo blanco, o nubes, entre la lluvia, pero ocurre, y me acerco a la puerta vidriada para ver mejor. Salgo a la vereda, y allí están, royendo la base de los muros con los dientes, sí, con los dientes. No lo puedo creer, me acerco, meto los pies en el río de la avenida, avanzo hasta el medio de la calle. Uno de ellos, un hombre cubierto de harapos, recuesta toda su cabeza hacia atrás y veo todo el perfil de su cara. Quiere masticar ese cemento, con una dentadura completa de largos colmillos de plata, y tragarlo todo. Goza sentir el agua correrle por la frente y vuelve a morder la pared. Arranca y escupe un pedazo, desenfrenadamente. Un relámpago inmenso y arbolado desde el mar ilumina todo, un segundo. Están en todos lados, están en todos lados.

Hace más de diez años que en el verano trabaja en el Laguna Praia Hotel, desde que era un adolescente. Es un hotel de segunda, pero a él, no le importa. Sólo que es un trabajo de verano, que ayuda mucho en casa. Atiende la recepción desde la mañana hasta el atardecer, y se contenta con el espectáculo de la Avenida, desde el mostrador. Sólo hay movimiento cuando llegan los ómnibus de agencias, con grupitos de argentinos. El resto del día, está en primera fila de la calle. Ellos se quejan y se quejan, pero a él no le importa nada. Se alojan en un hotel de segunda, ¿qué esperan? Y vuelve a mirar por la puerta principal, la salida. A veces, cuando llueve mucho, como estaba lloviendo, la avenida va haciendo una especie de río y ya no es sólo la laguna la que se besa con el mar. Ve subir y subir el río, que es calmo, sin corriente. Los turistas ya están todos escondidos en sus habitaciones, de las que ahora, no tienen quejas. El agua de la avenida todavía no sube, pero sí llueve fuerte, fuerte, soplando el viento, casi sin luz. Por momentos se ilumina todo, unos instantes, con destellos de colores, anaranjados, celestes o puramente blancos, entre truenos explosivos, que bajan desde el morro, y destellos desde el mar. Con el agua por los tobillos, comenzaron a aparecer, a verse desde el portal. Entonces se acercó, maravillado. Venían de un lado y del otro de la avenida, se asomó, y vio que también venían por las calles aledañas. Parecía que los veían desde los edificios. Negros y negras, marchando lentamente bajo la lluvia, con la vista soñolienta y vestidos en harapos empapados en barro negro y rojizo. Deteniéndose en pequeños grupos, rodeando los edificios, se arrodillaban de cara a la pared. Los ve arrodillarse de frente a las columnas del hotel, las que sostienen el alero del estacionamiento. Y allí los tiene de cerca. Sus ojos sólo son pupilas negras, tibias y pacíficas. Una de cabello ondulado lo mira a los ojos, inclinando dulcemente la cabeza, y él siente un cariño especial por ella, que se vuelve sobre la columna, abre su boca, emergiendo una dentadura larga y puntiaguda de colmillos de metal. Y roen y roen la base de las columnas. Fascinado piensa, que son como él. Entra en el hall, toma un cincel de la caja de herramientas bajo el mostrador de la recepción, una maza, y sale a la calle. La lluvia lo serena, le reduce la emoción y lo inunda de una inmensa paz de liberación, de renacer. Y comienza laboriosamente a picar la base de las columnas del hotel.

Esperé toda la mañana para sacarte la ropa, bueno, esta tanguita, esta mallita. Cuando te veía salir del mar, con tus pezones erectos. Yo usando sunga por primera vez en mi vida, sentí la libertad que siente tu piel en la playa, como sentís el agua recorrerte el cuerpo. Me excita tu piel dorada, pero más me excita sacarte la malla y ver la marca del sol en tus tetas, tus redondas tetas. Estuve toda la mañana fantaseando con hacer esto, girarte y ponerte contra la pared. Y te tiro en la cama, te veo completa desnuda, desplegada toda tu cabellera en la cama blanca, de piernas abiertas. Truena, truena, o tiran cohetes, no sé. Pero llueve, ¡y cómo quiero derramarme en todo tu interior. He tenido diez erecciones contigo esta mañana, por eso ahora está tan dura, quiero meterla dentro tuyo, quiero dártela completa. Me excita que la sientas dentro, que te arquees así. Y sé que a vos te excita sentir esta tormenta, y quiero penetrarte, y penetrarte. Te levanto la pelvis, quiero ver como entra y como sale, y con la punta quiero sentir esa rugosidad dentro tuyo. Me detengo a sentirlo, a frotártela con todo el glande. Me enloquece el ir y venir de tus tetas cuando te doy y te doy. Y que me agarres y me aprietes el cachete de la cola. Yo también, te agarro de la cola, y bajo la velocidad, porque me vuelco, me vuelco. Trato de pensar en otra cosa, veo por la ventana de este quinto piso, y afuera se cae el cielo, la tormenta es violenta, truenos furiosos suenan y suenan, o bombas, y las olas revientan el mar. Y te vuelvo a ver y te derramaría todo encima, no aguanto más, mi amor, me excitas, sos hermosa, tus tetas son hermosas, todo tu pubis es hermoso, tu jadeo es hermoso ¡Sí! ¡Sí! ¡Tomá, tomá! Se cae, se cae, se cae el techo, las paredes. No me importa, ¡Qué se caiga todo! ¡Tomá mi amor! ¡Tomala toda! ¡Toma! ¡Qué se derrumbe todo! ¡Qué me importa! ¡Qué se derrumbe!

Salí afuera, enfrente de esta plaza triangular donde se unen las avenidas del barrio en un solo camino al norte y me detuve en medio de la calle, con el agua debajo de las rodillas. Sigue lloviendo, como celebrando a cantos y truenos. Estaré loco, habré comenzado a delirar, luego de semanas y semanas de libros de cosmología y etnología para iniciar mi tesis. Pero parecen oírse tambores, atabaques y un ritmo de agogôs, tras la lluvia, que no cesa, tras el viento, que no cesa, y bajan desde el morro, que nos rodea desde el oeste. No es posible, han vuelto, y nos rodean. Son cientos y cientos. Caminan a mi alrededor lentamente, pero firme, por la calle, por la vereda, con una mirada tierna y completamente negra, como quizá alguna parte de mi alguna vez lo fue… Sale un visitante de un condominio vecino con un palo de sombrilla en alto. Cuando llega a la vereda y los ve, no puede, baja su puñal, se queda como yo, admirando. Siente, como yo, que nos traen paz, que nos van a liberar, que no tendremos que lastimar más, ni correr más tras de nada. El agua ya nos recorre la cara sanándonos, aliviándonos, aunque el cielo reviente con relámpagos las construcciones de la playa, aunque las estructuras cedan de a poco al roer parejo y diligente de esta muchedumbre. Se oye el estrépito de un derrumbe tras el velo del agua, mezclado con el tronar de la lluvia, luego otro. Un fulgor turquesa ilumina un segundo, hace un instante de día, como para mostrarme, no sólo un mar furioso. Han caído los edificios del frente y los escombros cierran la calle, la única salida del barrio hacia el norte. Y están en todas las calles, están pegados a todos los edificios, caminan a nuestro alrededor, nos miran con pena y piedad y amor. No nos atacan, no nos atacan a nosotros. Sólo hunden el barrio, y nos entierran con él. Son ellos. Ya vienen, nuestros muertos, a proclamar la República suya. 

jueves, 18 de abril de 2013

Julio y Abril en Córdoba Cuenta


Se viene una segunda edición de Julio y Abril. Y aprovecharemos la invitación en Córdoba Cuenta, para leer un poco de la novela. No se dejen engañar por el error ortográfico, que al que invitan es a mi.


domingo, 13 de enero de 2013

Decir lo que se me da la gana

Circunstancias me animan a publicar por mi cuenta esta reseña. Después de todo, Crimeth-Inc. dice "sólo soy un blog". Abrazo, amigos.


No todo está dicho

Hernán Jaeggi, es Hernán Jaeggi. Lo que la gente dice conocer, yo no lo he conocido; pero por razones que me reservo, yo le tengo una enorme simpatía. Por lo visto, y la evidencia lo confirma, coordina un taller de escritura creativa en la Biblioteca Córdoba, que hace algunos meses ha sacado un librito bajo el intermedio de Editorial Acrux. Tuve la suerte de hacerme con un ejemplar azul de este librito, de “No todo está dicho”; que me llevó de paseo por montones de sensaciones que quise compartir, homenajear un poco en estas palabras.

En primer lugar, el título me hizo pensar un poco, mucho. ¿Todo está, o no está dicho? Empecé a pensar porqué algo se lee, porqué algo alcanza el “estatus de ser algo que se lee”, por no decir un clásico; pensé desmenuzar para reírme un poco de los estatus.

Y resulta que eso pasa porque un grupo de tipos y tipas se ponen de acuerdo en eso. La realidad, de hecho, no es más que lo que consensuamos acerca de qué la realidad es. Yo soy un convencido de ello, pero también porque creo que somos, como género humano, un gran colectivo que viaja a lo largo del tiempo y por la historia con su mochilita de contradicciones, dolores y goces. En un momento, todas sus voces se ponen de acuerdo en algunas cosas, otras veces se olvidan, otras veces se desdicen, a veces se pelean, por lo general, dando soliloquios que consideran propios; inocentes, ellos… Y así marcha la humanidad, por momentos llora, por momentos, se vuelve arrogante y se cree capaz de derretir planetas, de repente se vuelve minúscula, y llora en un rincón cuando algo le duele, y a veces se hincha la panza de amor cuando bebe de los placeres de sí, y la vida. Entonces, tampoco es que todo sea plenamente relativo, hay una suerte de inmanencia, los debates, las contradicciones, los reveces, los irresueltos de siempre, lo que a todas sus partecitas, serecitos humanos que somos, nos sigue doliendo, y que le va doler siempre a esa gran hache que venimos a formar.

Entonces, ¿está todo dicho? Probablemente, sí. De modo cierto, no. Nunca se ha dejado de hablar, desde que recordamos. Porque pensar que el hablar se detiene cuando un individuo calla, es una necedad que nos ha infectado la fábula moderna de la propiedad privada, intelectual o de otro tipo, y nuestra miopía temporal, también. O bien exactamente lo contrario.
En un taller de escritura suele haber un poco de todo, confluyen sentires, impulsos y preocupaciones muy diversas, pero, por sobre todo, hay las ganas de decir, de todos ellos. Y aunque los narradores y poetas, sientan que dicen sus propias cosas, en verdad vienen a decir muchas de las de todos los otros, porque la vida los ha castigado con este impulso de decir, incontenible, de las cosas que nos pasan a todos; aunque las digan como propias, y en parte lo sean.

Así, en los talleres, por lo general, se hace una ensalada, donde está desde la adolescente tardía que se desenamora, al pibe solitario que busca, la señora que le duelen los años, hasta quien descubre el sexo, a veces se cuela algún místico, está el niño boca abajo que sigue la hormiguita, al que se le desmorona una ciudad y todos están, sufriendo lo indecible, de lo que sienten, y desesperadamente necesitan sacar. Confluyen en ellos, los orgasmos, nidos vacíos, los orfanatos, nuestras infancias alejadas, las injusticias que nos duelen, las partidas, las traiciones, las mesetas, están los amores y las explosiones. Y surgen sopas de versos y narraciones. Y esta sopa de versos en particular, dice, no todo está dicho, pues nosotros seguimos hablando. Y  está bien, yo creo que está muy bien.

Y así es que yo me encontré con versos y retazos que sentí decían  alguna cosa sobre mí. Y como me creo (inocente, yo) un alma libre en las cercas de este colectivo Humano, decidí contarlos citándolos libremente, en una suerte de centón, en estas palabras a modo de breve reseña, de lo que me impactó; que es una forma de apropiarme de voces que quizá perdí, quizá volvieron a serme propias, desde el momento en que me conmovieron. Va.

El mejor libro es el que incendia. Y una voz en la calle, de María del C., incendia las palabras. En silencio lame las necesidades de la tierra. De recordarnos llevar un baulito de abuela, y coser nuestras perlas, para que dando puntada y puntada, podamos vestir nuestra historia, día a día en la piel. Eduardo despertó esas indagaciones que nos inquietan en el tapiz de nuestras imágenes opacadas por el tiempo, esas que vienen de viajes inmigrantes y calan en nuestras cavernas genealógicas. ¿Qué habrá sido? ¿Cómo habrá sido? ¿No soy yo, un viajante que va y viene de un lado al otro del Tirreno? ¿No seremos siempre, un desarraigo, no seremos condenamente huérfanos? Mi patria es el amor y la libertad, pero, ¿por qué duele esa patria alejada, incorpórea, ingeográfica? Y después Gilberto me llevó de paseo a mi Córdoba, de cuando no nacíamos ni yo, ni papá, ni mamá. ¿Me es propia? Claro que sí, es como si las caminase yo a esas Cañadas.

Hay de los que tiran gente por la ventana, dice Marcelo O. ¿O no? Bibiana me sabió a falta ortográfica, lo que me inspiró una gran simpatía, con sus cenizas de goma de borrar, de ese cigarrillo con el que escribimos. Guardiana del cofre del tesoro, de nuestros días sin fotocopiar. Nelly sufre como todos la indecibilidad, y celebra, como nos ha pasado, cuando las palabras se quitan el velo, hermosas doncellas… hermosas.

Alejandra se sube a un barco trasatlántico, donde palpita su desnudez, se ovilla y fecunda cristales que sudan. Lucía su piel boba, que no le responde, pero alergia a los mosquitos, y sí, yo también odioextraño los vecinos de mi edificio, cosa rara. Marcelo V., el olvido no irse, pero no es cuestión de prohibir el perfume a mandarina. Mejor la guillotina en París de Roberto, decapitando recuerdos por doquier, esa fantasía. Roberto debería confesarse públicamente y por cadena nacional. Y tras su discurso de poesía verborrágica, lo llevaríamos en andas a tomar la Bastilla de los corazones. Tanto sus confesiones, como su ambivalente relación con las Anas, son un paseo por todas nuestras rutas de las batallas del amor, desde nuestras esperas en la heladera, a nuestras súplicas de eternidad en los brazos, nuestros odios a los escollos y sus ciudades podridas que nos dejan mudo. Anal final llega. Así que gracias. Gracias.

Escribieron en “No todo está dicho”: Bibiana Lupiañez, Marcelo Villafañe, Mildre Ambroggio, Marta Bosso, María del Carmen Grasso, Nelly Bertarelli, Alejandra Portela, Cármen Márquez, Marcelo Ortiz, Eduardo Di Leonardo, Rolando Méndez, Roberto Sosa, Santiago Ortega Peña, Lucía Miani y Gilberto Aguilar.

viernes, 2 de marzo de 2012

Micro 2012: Una esperanza

Rodo que, como todo ser humano, soñaba con robar un banco, quemar una iglesia, quitarle de la vaina un revolver a un policía, en la calle, la cola del super; se contentaba con armar y hacer zarpar barquitos de papel, por aquí, por allá. A veces tomaba un libro, ni tan bueno ni tan malo, y se sentaba en la isla encantada del Parque Sarmiento a armar, hoja por hoja, barquitos que soltaba en pequeñas bandadas. Cuando llenaban la fuente de una plaza, como la Colón, el Paseo de Sobremonte, o la San Martín, corría con hojas de colores por la mañana, algo temprano, a inundar, a inundar. Y en la central, en la San Martín, cada tanto, prendía un fosforito, e incendiaba la punta del más grande, del más osado. Esperanzado, de que pudiera llegar lejos, cruzar una calle, una peatonal. Sigue intentando.

sábado, 15 de agosto de 2009

Videos de la Presentación de "Julio y Abril"

Previa, BackStage y "Es Lo Que Hay"



La Presentación

sábado, 18 de julio de 2009

Fotos de la Presentación de la Novela "Julio y Abril"




Presentación "Julio y Abril"
Viernes 10 de Julio 2009
Espacio Cultural "La Fábrica"
- Córdoba -

lunes, 13 de julio de 2009

Entrevistas por "Julio y Abril"





Programa "Córdoba se mueve" de Jorge Lewit. Radio Nacional Córdoba, de Lunes a Viernes, a las 14hs. Entrevista a Hernán Morero, realizada el jueves 9 de julio del 2009, por la presentación de la novela "Julio y Abril".


Nota en el diario: "Un abrazo de versos como subversión" (Día a Día - jueves 9 de julio de 2009)

"Julio y Abril" en La Mañana de Córdoba.

martes, 30 de junio de 2009

Presentación de la novela 'Julio y Abril'


Se libera mi novela, se libera Julio y Abril...


"Julio, un poeta que como tantos padece tener que trabajar de otra cosa, se estrella en una terminal de ómnibus con Abril, una mujer que va por la vida con un pincel para devolver a muchos ojos el poder de la luz.

Tomados de la mano se amarán con un amor genuino y tangible que los llevará a pelear juntos con todas esas escaleras de hielo que nos supimos construir. Rótulos y más rótulos para cotizar en este mundo mercado. Estructuras que se hacen carne en todo y valorizan la espuma que el tiempo desvanece sin culpa.

Su cama será el espacio sublime en el que la libertad explotará cada vez que se vistan de piel y de besos, cada vez que Julio llegue y encuentre a Abril sonriendo y se saquen los barros del día con la lengua y los dedos y descansen colmados, vivos. (...)"

Leila Tarcetti (Prólogo "Julio y Abril")


" 'Julio y Abril' es la historia de una búsqueda entre las calles, los libros, las películas y la música; en el cuerpo del otro y en el propio. (...) Julio y Abril son inconformistas, se mueven en zonas marginales y poco convencionales, y proponen, a través de la fantasía creadora, la aventura y el riesgo, otra manera de estar y pensar la realidad. Intentan pasar al otro lado, salir del círculo cerrado y atravesar la frontera de lo rutinario, romper con la pesadez de las normas y los horarios, la mediocridad y el consumo alienante que cubren la autenticidad bajo una montaña de vida-chatarra.
Se enfrentarán a esta máquina devoradora de cuerpos y cerebros con lo que tienen “más cerca de lo genuino”: el sexo, el amor libre, los juegos de seducción que les permite crear un territorio liberado entre un mundo estrecho y lo imaginario sin fronteras. Aunque el precio sean la locura o la muerte.
Hernán Morero nos introduce con un acertado manejo de las sugerencias en ese laberinto de voces entrecruzadas entre lo real e irreal, donde el azar hace posible todos los encuentros en cualquier esquina de una calle o del lenguaje, en una atmósfera que por momentos parece recrear los itinerarios de La Maga y Oliveira, los inolvidables personajes de Rayuela de Julio Cortázar."

Hernán Jaeggi.

sábado, 28 de febrero de 2009

Mediocre liquidez

Piqueteros inadaptados
campesinos infecciosos
infectados
pulverizados por el Campo.

Abandono mi pasión
abandono mis sueños
de subversiva inmadurez
para pagar el alquiler.

Artistas vagabundos
poetas exiliados
a la esconditud de sus casas
terratenientes y sus satélites esclavos
despilfarrando la bolsa
y nuestra vida.

Mediocridad que impera
tractores cero ka eme
que arrasan ciudades
colonias de cronopios de alas dañadas

Asnos que aran
mentes atrofiadas
por Susana Giménez
por Marcelo Tinelli
por Mariano Grondona

Asnos que se entrenan
en el marketing de la política
diversificando productos
que Clarín vende.

Me doy vuelta
prendo la radio
prendo la tele

compro estiércol
en celofán azulado
compro helados
de banalidad ardiente.

Ordenan, y opino
vacíos ecos
ordenan, y marcho
cacerolas travestidas
ordenan, y repudio
caricaturas anacrónicas
ordenan, y voto
burros entrenados.


América Latina avanza
aquí
la Renta manda
tiempos de fascismo agrario…

lunes, 23 de febrero de 2009

Aforismo (I)

Derramé una gota
sangrienta sobre húmeda tierra
y rapidamente creció una lapicera

lunes, 2 de febrero de 2009



No hay foto
para el papel
que arde en nuestras venas

Hay barcos
que navegamos
desiertos de lava
apagada

No hay verso
para el comechingón
anarco sindicalista
que fuimos

Hay horizontes
que nos esconden
e indican
la vida que somos

martes, 30 de diciembre de 2008

Salieri de Fandermole

(Que no se enoje...)

Si pienso en algo para decir
si pienso en alguien por quien vivir,
si casi nada se tiene en pie
y este segundo ya se nos fue;
si en la mirada dura un fulgor
atravesando tanto dolor

yo escribo versos de mi sentir
y los condeno a sobrevivir...

Cuando parece el sol no alumbrar
donde se muere de soledad,
en lo mas hondo de esta quietud
donde ocultó la sangre la luz;
donde agoniza un angel guardián
y se nos pudre el agua y el pan

Yo escribo versos del corazón
y los enciendo con una canción.

Escribo, escribo, y
tan débil soy que escribir es mi mano alzada.
Y siempre,
escribo, escribo;
no sé más qué hacer en esta tierra incendiada
sino tipear...



En lo invisible de la ciudad
donde se enciman odio y verdad,
donde la sombra de un nene gris
corre sonámbula tras de mi.
La infortunada noche que un dios
arrepentido nos olvidó

Yo escribo versos de furia y fe
pa` que me ayuden a estar de pie.


Escribo, escribo;
tan débil soy que cantar es mi mano alzada.
Y siempre,
escribo, escribo;
qué más hacer con palabras deshabitadas
sino recitar...





Canto Versos en YouTube
Letra de Canto Versos

martes, 16 de diciembre de 2008

Azul y Rojo

Un cuarto de terciopelo
envuelve algodones
alberga sábanas
mojadas

Un cofrecito de plástico
cercena trashumantes portales
y abre el paso, cerrando pasos alejados

Una sirena de policía
alterna voces deseperadas
anuncia celdas de azules pastillas
de Amplax

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Elipsis

Helado, mi estomago vacío se mimetiza con el silencio de la siesta. Y te mira, con ojo de cíclope, te mira. Te mira e implora: ¡Tómame! ¡Tómame por encima! Y tú, me tomas. Y yo, expectante de tus manos que me cogen desde arriba, que quitan mi sombrero y colman mi interior de tibio fluir de río caudaloso. Me tomas y me colocas sobre tu lecho ardiente, esculpidor de manjares para hombres hambrientos de néctar animal y vegetal. Y yo, rebozante del calor que has logrado hacer emerger por mis pies hacia el resto de mi brillante cuerpo, el calor que han esculpido las ardientes e inquietas manos de tu lecho por toda pulgada de mi piel espejada. Yo, que siento el ardor de mi vientre salírseme por la boca. Yo, que siento el vapor de mi aliento traspasar mi garganta de metal para culminar en un grito y completarse en éxtasis. Yo, ya gritándote que por favor detengas este acto y me tomes, de nuevo, desde encima, para poder, lento y jadeante, ir dosificando toda mi alma bullida, dentro del jarro vacío de tu ser y ser, en ti, la sedante infusión de tus sueños y culminar, de nuevo, en mi ubicua y helada soledad, a un costado de tu lecho..

sábado, 6 de septiembre de 2008

Cangrejos

Descansamos siendo un cangrejo de cuatro ojos que se admiran. Dos ven un seno que descansa de su reboce a un costado de la rodilla, la fotográfica tempestad de tu cabello, inmovilizada y eternizada en medio de la tormenta con epílogo de lluvia de mar por nuestras mejillas. Epílogo del incendio de la cama, cama subversiva de la gravedad, cama que nos deja acostados elevarnos del suelo, suspendernos. Cangrejo que no camina, se eleva…

Pedazo de madera entre las piernas que sólo arde por la chispa del entrechocar de las tuyas … Atado de erecciones que disimulamos en la ingle del pantalón

miércoles, 3 de septiembre de 2008

SMS

Las palabras, las palabras
las palabras en el aire a través de los cuerpos
las letras, las letras en el aire a través de los poros
se respiran…
Respiramos una A
dos eles
tres equis
varias Os
unas emes
Exhalamos dos erres
unas cuantas íes
y cuatro haches
suspiros mudos
que logramos retener
unos segundos…

Se respiran
se respiran
se respiran letras y palabras en el aire

Letras que salen hechas palabras
palabras que entran hechas letras
letras que entran hechas palabras
palabras que salen hechas letras

Letras en el aire
palabras que vuelan
potencial poesía etérea
de la que sin querer nos nutrimos
que sin querer
se nos escurre entre las fosas nasales
entra por nuestras gargantas
pasa los pulmones
se hace sangre

palabras de sangre

fluido que vuelve
luego
por nuestras manos
a poetizarse

ahora

en un papel
una pantalla

un mensaje de texto

sábado, 2 de agosto de 2008

El incendio de Alejandría

Se me ha enviado a rescatar diez libros del incendio de la biblioteca universal de Alejandría. Es dificil, uno debería de pensar entre las preferencias de uno y de la humanidad (¡pero rápido! ¡la biblioteca se está quemando!). Primero pensaría que ningún libro de historia, como único libro de historia, tendría sentido sin otros libros de historia, dado que haría una suerte de historia única y, desde mi perspectiva, una idea contradictoria de lo que es la historia, entonces no me llevaría ninguno, con todo lo que me gusta y todo, y preferiría llevarme libros de literatura o de filosofía. Noto que los libros sajones están en su mayoría carbonizados y aprovecho la ocasión en un afán neo-imperialista de tomar todos libros de la lengua castellana. Así, cojo DON QUIJOTE DE LA MANCHA, de Cervantes, en pimer lugar, porque la humanidad tiene que tener Quijoterismo, y porque yo necesito, también, a mi Dulcinea y creer en mis molinos de viento. Así, pienso que serán necesarias las utopías y la reflexión, por eso tomo LA REPUBLICA de Platón, abriendo los ojos en medio de la caverna de humo que invade las estanterías. Y cuando pienso en una caverna, cojo EL TUNEL, de Ernesto Sábato, porque creo que los hombres pueden llegar a necesitar conocer los umbrales de su soledad para poder afrontarla. Y ahora, con tres libros de lujo en la mochila y en la sección de literatura latinoamericana que aun logra escapar a las llamas, pienso en un autor genial como Borges y apuro en guardar EL ALEPH. Recuerdo fugazmente la apertura de un libro, un libro mágico, el único que conozco que verdaderamente se recrea en el mismo acto de leerle, el libro que es mil libros, que puede leerse mil y una veces, y ser distinto, mutarte y mutar ¿Cómo la humanidad va a vivir sin ella? Además, van a tener que aprender todos castellano ahora, así que tomo con muchisimo cariño (¡y apuro!) la RAYUELA de Julio Cortazár (es más fuerte que yo la tentación y guardo TODOS LOS FUEGOS EL FUEGO, porque pienso que el cuento La autopista al sur es una joyita sobre la naturaleza de las relaciones humanas en tiempos modernos). Es el momento en que digo: ¡Cómo vivir sin surrealismo! Y con ESPANTAPAJAROS de Oliverio Girondo, disparo para otra sección porque el calor ya abruma y se apresura a quemar los libros de Bucay y de Coelho, cosa que ayudo con una mano al paso (de hecho, me vuelvo, y doy otra mano más). Pienso que he sido algo injusto en mi actitud imperialista y tomo unas buenas traducciones de ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS de Carroll, porque algo hay que leerle a los niños que llevamos dentro y... ¡Qué mejor que el país de las maravillas! Al ver los libros de Oscar Wilde, recuerdo que este mundo debe tener su encanto, nadie más encantador que Wilde, decía Borges, y guardo velozmente LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ERNESTO ¡Desespero! ¡Me queda un solo libro por llevar y cuelga un hilo de fuego de mi remera! ¡Caen los estantes en llamas sobre el suelo desde el quinto piso! Me arrojo al piso en llanto y pienso, que esto es el infierno, que es lo más cercano a un Apocalípsis me tocará vivir, desconsolado, corro hacia la puerta y, en el camino, me pongo egoísta, y tomo un libro para mi (¡al final y al cabo, soy el único que está aquí rescatando libros!), me llevo LAS CRONICAS DEL ANGEL GRIS de Alejandro Dolina, y salgo a la calle, donde veo a los bomberos, incendiando la biblioteca y me lamento mucho de haber dejado ese libro de Bradbury, igual ya es demasiado tarde...

martes, 8 de julio de 2008

Escurridizos (Primer Momento)

Las prendas que ya no podemos quitar
los titubeos que ya no son tal
las páginas que ya no pueden estar en blanco
los soles que se esfumaron en el horizonte
los cielos despojados de nubes
los viajes que hicimos
No van a volver.

Los tejidos filosóficos de bar
que se llevó el viento de la noche
y ni un papel pudo retener
las novias que no son tan lindas
como las vimos la primera vez
las ex novias que son mucho más lindas
que cuando las vimos por primera vez
los poemas ya escritos
las flores que ya han florecido
los libros ya leídos
los amaneceres ya amanecidos
las gotas de rocío que han caído

Son la sombra de nuestro atardecer

jueves, 24 de enero de 2008

Sagrado Arte

El arte sacro
no es Arte
es panfleto
un fusil
un cañon

una picana

jueves, 27 de diciembre de 2007

Modernidad que Liquida

Manteles de cuarzo
visten mis entumecidas manos y
con ellas froto mi espalda
las noches etruscas piratas túnicas
antárticas, que pueblan el arenal
que escondemos debajo de las uñas
las uñas que limpias
con el borde de los botones del control remoto

Yo compro
él trabaja
tú compras
ellos trabajan
Nosotros, compramos

Yo visto corbata roja
tú vistes camisa beige
él viste saco azul
Nosotros, vestimos

Yo veo, Discovery Channel
tú ves, The Big Brother
él ve, ci en en
We, watch, Ti Vi

Yo fumo Phillip
él fuma fasso
tú fumas smog
Nosotros, respiramos
la bruma
que elijamos

Yo manejo un VW
tu manejas un BMW
él maneja un Corsa
nosotros conducimos
vosotros conducís
Ellos, construyen
rutas, autopistas, calles, andariveles
y etiquetas
para Todos

viernes, 14 de diciembre de 2007

Exit

Amoniaco de sodio
arrope de azufre
solsticio de mica
nocturno de mimbre

surtido de mamón
salitre de albahaca
amoxilina de barro
hélice celofán

rostros de seda
seda de algodón
algodón de azúcar
azúcar de caña
caña de azúcar

glucosa envuelta
cuerpo empaquetado
envoltura contac
salida de emergencia

martes, 4 de diciembre de 2007

¿?

¿A dónde van los pájaros de los árboles talados
¿de dónde vienen las plumitas que flotan en el viento
¿cómo sobre viven quienes habitan sólo la intemperie
¿viene de colores el alma
¿de dónde sale, lo que sale, de los tubos de desagüe
¿les alcanza para algo a los que pasan la gorra
¿cuán tristes quedan los libros sin leer
¿cómo sería un libro con todas las anotaciones y garabatos de los márgenes de cuadernos de clase
¿por qué el arte mendiga en las calles, los teatros
¿a dónde van los libros liberados sin código de rastreo
¿por qué los labios, cuando no se usan, se oxidan
¿a dónde se esconden los adoquines coloniales, dónde la arena
¿a dónde van las especies extintas como especie
¿hay un cielo de las especies
¿o todos somos partecitas de una sola que se va haciendo mientras nos morimos
¿las sombras, son la noche refugiándose del día, o es la subversión a la invasión del día que ataca el imperio de la noche

A dónde van a parar los signos de interrogación de las ventanas de Chat?

viernes, 23 de noviembre de 2007

Liquida Modernidad

La tierra presagia suspendida y seca en el aire
vientos de agua, precoz tierra mojada

El cielo descarga el hartazgo
escupiendo puñales de hielo
los asfaltos se vuelven ríos
y los ríos se cuelan por debajo de las puertas
como si un inhumano asesinato se ocultase tras de ellas

Oscurece
y la ciudad ensilencia, espera,
estatua ante el gruñido del cielo, la tierra
que brama, suplica, ensordece, le duele, grita, llora
aterrorizada

El pasto empalidece y del suelo brotan
saltan pirañas vegetarianas
hambrientas de insectos
de carne humana

Cae la noche en pleno día
flashes destellan como fotografía de Apocalipsis
primera plana del diario de nunca mañana
y las casas ya son cuevas, donde, cavernícolas bucamos
el calor del fuego
una luz de vela prójima






lunes, 5 de noviembre de 2007

Del diccionario de Bernard...

"Cuando sea mayor, llevaré siempre conmigo una libreta, una libreta gorda, con muchas páginas metódicamente con las letras del alfabeto. Allí escribiré frases. En las páginas de la eme escribiré ‘mariposas, polvo de’. ” (Las Olas – Virginia Woolf)


P

Paisaje, olor a

Podredumbre, piel de

Pelusa, pupo con

Pis, bullido

Pezón, con punta de

Plástico, uñas de

Poliéster, abrigo de

Penes, caídos como

Plastilina, bolas de

Plomo, semen

Petróleo, falos rellenos de

Picadillo, galleta de agua con

Piojos, selva habitada por

Palomas, caca de

Palmípedos, especie de

Profilácticos, se besan

Pagando, en cuotas

Parásitas, se llenan de

Pérfido, laburante sudor

Podrido, corazón

Pestífero, aliento

Puerco, manzana en la boca de

Polvo, frasco de

Pigmentos, piel invadida por

Pórland, amor

Pálido, futuro

Póstumo, adiós

Pabellón, número un millón

Joro

viernes, 26 de octubre de 2007

butas mañanas, penditas noches

Las mañana impías demuelen

las habitaciones del viajero insomne


de los cronopios con alas

de los gatos con sonrisa

de las sonrisas sin gato

de los grillos del alba


de los pasajeros soñadores

de los soles sin soles

de los sedientos poetas vivos

de los ebrios amantes sin sentido


Golpean de agua helada

rostros iluminados

clavan puñales de luz

en sienes despabiladas

apagan noches sin nubes

de anhelos mutilados

degoyan, aplastan y abortan

los sueños de noches que no acaban


La pálida mirada de cíclope

sin pudor de nubes, abraza y

tirita en la oscuridad

pesadillas de relojes

que no paran de sonar


martes, 23 de octubre de 2007

Píonma

El movimiento universitario ya no marcha, marchita

Conciencia de sí, para sí

ni siquiera la clase social Oficinista

es el ejercito industrial de reserva

Ring

ni industrial

Click

ni reserva

Los pobres reclaman el derecho a ser explotados en oficinas

y los explotados, a ser más explotados ascendiendo

quizá exploten todos, en una gran orgía de escritorio


viernes, 19 de octubre de 2007

Peoma

Dislexia Terabéutica

Formas de apandonar la bena

de dejar al lado de la cama

los zabatos llenos de parro

llenos de parro de caminar todo el buto día

Maneras bara desvestirnos

maneras de parrer la pasura de las calles

maneras de dar vuelta el tacho

de que desabarezca toda la bodredumpre

que inunda la vereda

Formas de reírnos de la buta vida

formas de haplar y de decir

formas de invertir la vida

que son la forma de invertir en la vida

Maneras de levantar el supánimo

maneras de supvertirlo todo

maneras de aprazarnos al mundo

sin brisa de orgasmo

Formas de boder oír

formas de escuchar al supconsciente

formas de boder ver ponita

la voluple vida a nuestros bies

Formas como

letras que hacen la vertical

que se cuelgan del techo

y secan de broplemas

nuestra benosa existencia

Tan sólo una

tan sólo una de ellas

es la dislexia

la dislexia

la dislexia terabéutica

Las sillas en los hospitales

se disponen como las de los aeropuertos

o es, acaso,

que en los aeropuertos las sillas se disponen

como la sala de espera de un hospital

Solsticia su soledumbre

gotea su cascaridad

se complena

su humanidad

Si cada golpe de tambor fuese un movimiento, si cada tono de voz fuese una extremidad, si cada palabra cantada fuese expresión en un rostro como de humo, y una totalidad flotante que pudiera confundirse con, y sea, a la vez, un cuerpo, ese cuerpo, es otra alma, entrando en el suyo. Como si poner un cd, fuese el rito alrededor del tablero Guija y, en ello, logrará invocar al espíritu de la música, cualfuera, y la poseyese, toda. Y cada salto, cada golpear el suelo, completo en ella, en el amortiguar de sus pechos, oscilantes entre el mundo y el cielo, agarrados de ella, colgados de una nota. Y sus caderas orbitantes a su ombligo, astro rey gobernante. Su ombligo, sol que está y no está gobernando sus orbitas, esté donde esté su vientre. Y sus manos abriendo el terreno que exige el paso de sus planetas y el contornear de su guitarra. Y esa piel arremangada que devela estrellas en el vientre y desnuda la elipsis de su cintura. Y esa cola que se dibuja en circular a la tierra… Cada compás de su cuerpo es un designio de la convicción de que cualquier tipo de exorcismo sería el peor de los pecados y el más terrible de los genocidios.

Eliseo Königsberg

Parece que los genios

de este tiempo

están en el cine.

Pero, o

no los ve nadie, o

los pururúan.

Cuando, pachucho, es apapachado

el papacho parece un chopazo

que chapalea el chapapote

Escurridizo

Se me escapó un miembro,

unas monedas en el bolsillo

sin acomodar por una dama

Se me escapó un verso

que tomó el sorbo de vino

que me quedaba

Se me escapó un sonido

que emitía una gallina

descogotada y sangrienta

Se me escapó el tren

que engullía cadáveres

andantes por la calle.

Un monitor de computadora

sobre un trípode

en una vereda

del centro

me mira

Un teclado de computadora

debajo de un techo

en un cyber

del centro

me incita

Un ratoncito de computadora

desde la cueva del cordón

en una vereda

del centro

sale

se asoma

mueve la cola

ata mi tobillo

vuelve a entrar a la cueva

Y TIRA

TIRA

TIRA

..

.