sábado, 2 de agosto de 2008

El incendio de Alejandría

Se me ha enviado a rescatar diez libros del incendio de la biblioteca universal de Alejandría. Es dificil, uno debería de pensar entre las preferencias de uno y de la humanidad (¡pero rápido! ¡la biblioteca se está quemando!). Primero pensaría que ningún libro de historia, como único libro de historia, tendría sentido sin otros libros de historia, dado que haría una suerte de historia única y, desde mi perspectiva, una idea contradictoria de lo que es la historia, entonces no me llevaría ninguno, con todo lo que me gusta y todo, y preferiría llevarme libros de literatura o de filosofía. Noto que los libros sajones están en su mayoría carbonizados y aprovecho la ocasión en un afán neo-imperialista de tomar todos libros de la lengua castellana. Así, cojo DON QUIJOTE DE LA MANCHA, de Cervantes, en pimer lugar, porque la humanidad tiene que tener Quijoterismo, y porque yo necesito, también, a mi Dulcinea y creer en mis molinos de viento. Así, pienso que serán necesarias las utopías y la reflexión, por eso tomo LA REPUBLICA de Platón, abriendo los ojos en medio de la caverna de humo que invade las estanterías. Y cuando pienso en una caverna, cojo EL TUNEL, de Ernesto Sábato, porque creo que los hombres pueden llegar a necesitar conocer los umbrales de su soledad para poder afrontarla. Y ahora, con tres libros de lujo en la mochila y en la sección de literatura latinoamericana que aun logra escapar a las llamas, pienso en un autor genial como Borges y apuro en guardar EL ALEPH. Recuerdo fugazmente la apertura de un libro, un libro mágico, el único que conozco que verdaderamente se recrea en el mismo acto de leerle, el libro que es mil libros, que puede leerse mil y una veces, y ser distinto, mutarte y mutar ¿Cómo la humanidad va a vivir sin ella? Además, van a tener que aprender todos castellano ahora, así que tomo con muchisimo cariño (¡y apuro!) la RAYUELA de Julio Cortazár (es más fuerte que yo la tentación y guardo TODOS LOS FUEGOS EL FUEGO, porque pienso que el cuento La autopista al sur es una joyita sobre la naturaleza de las relaciones humanas en tiempos modernos). Es el momento en que digo: ¡Cómo vivir sin surrealismo! Y con ESPANTAPAJAROS de Oliverio Girondo, disparo para otra sección porque el calor ya abruma y se apresura a quemar los libros de Bucay y de Coelho, cosa que ayudo con una mano al paso (de hecho, me vuelvo, y doy otra mano más). Pienso que he sido algo injusto en mi actitud imperialista y tomo unas buenas traducciones de ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS de Carroll, porque algo hay que leerle a los niños que llevamos dentro y... ¡Qué mejor que el país de las maravillas! Al ver los libros de Oscar Wilde, recuerdo que este mundo debe tener su encanto, nadie más encantador que Wilde, decía Borges, y guardo velozmente LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ERNESTO ¡Desespero! ¡Me queda un solo libro por llevar y cuelga un hilo de fuego de mi remera! ¡Caen los estantes en llamas sobre el suelo desde el quinto piso! Me arrojo al piso en llanto y pienso, que esto es el infierno, que es lo más cercano a un Apocalípsis me tocará vivir, desconsolado, corro hacia la puerta y, en el camino, me pongo egoísta, y tomo un libro para mi (¡al final y al cabo, soy el único que está aquí rescatando libros!), me llevo LAS CRONICAS DEL ANGEL GRIS de Alejandro Dolina, y salgo a la calle, donde veo a los bomberos, incendiando la biblioteca y me lamento mucho de haber dejado ese libro de Bradbury, igual ya es demasiado tarde...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas elecciones, yo no habria elegido mejor...

Una amiga